MARCELO CORONEL - poesía


EL PUEBLO

 

El pueblo es chato

bendecido por el sol.

Se sabe que está cerca

por los tonos de vidrio de sus pájaros

resonando en oquedades pequeñas.

Da gusto caminar por sus veredas

entre su gente sin impostaciones.

 

De noche no siempre duerme

hay bohemia para insomnes

donde las horas son largas. Al comienzo

semblanteo, antenas desplegadas

respuesta cuidadosa. Ya de madrugada

canto entre abrazos, humo

vino, carcajadas. Luego el silencio, el sueño

y el quizá.

No es buena idea proyectar

más bien se recomienda dormir la borrachera

y olvidarse. A la mañana siguiente

las calles mostrarán el habitual paisaje

con sus trámites, trabajos

cortesías

disfraces.

 

"Vincularse con un sitio

-dijo alguien hace tiempo-

nunca es tarea de una sola ocasión".

La intuición de que allí late algo profundo

va creando un lazo

provoca el regreso.

 

El punto cardinal donde se asienta

más la llanura que lo circunvala

y lo mordisquea

determinan el carácter, los deseos

los límites del ser "urbano"

que con frecuencia se parece al paisaje:

no sube ni baja

por no poder siquiera imaginarlo.

Otras veces los parlantes de la plaza

succionando cierta savia derramada por ancestros

llenan el aire de intenciones novedosas

que compiten con el miedo.

 

Hay que decirlo: también hay barrios oscuros

donde la vida transcurre bajo un poncho

grueso y opaco. Podría pensarse

que allí no hay nadie

o que tal vez habitan en los sótanos.

No se detecta ésto al llegar

se observa poco a poco

y va tomando la forma de un misterio.

 

Hasta aquí

el recuerdo. Las noticias de hoy

dicen que fue sepultado por el barro

que puede verse apenas la cúpula del templo

y algunas ramas muertas

como manos crispadas

tratando de tocar un acorde reprimido.

Quizá la vida exista todavía

si es que fuera posible respirar

en tales circunstancias.

No se puede saber qué va a pasar

con el pueblo y su sol

sus pájaros de vidrio

su bohemia

sus máscaras

sus rincones sombríos.