LA GRAN PULSIÓN
De haber sabido
o intuido al menos
lo que llegaría a ser
no hubiera terminado los cimientos.
Es verdad que dormir a la intemperie
no era opción
en ese entonces. Por lo tanto
corresponde absolución. Aquél joven
arquitecto y albañil de la estructura que hoy
oprime al hombre
era inconsciente, tal vez
pero no culpable.
Podría explicarse el empeño
desde la gran pulsión: explorar
conquistar mundos inmateriales
atravesados por laberintos.
¿Cómo abordarlos parado en una nube?
¿cómo superar las defensas con brazo endeble?
¿cómo ingresar descalzo en territorio áspero?
Fortalecerse
parecía imprescindible. Los años muestran
que la sangre de aventuras así
está hecha de adversidades y desprotección.
También podrían dar pistas
ciertos mandatos
presiones agarradas bajo tierra
engaños, falsedades elevadas
a la categoría de obligaciones
en virtuosa danza con distracciones
y falta de juicio crítico.
La paradoja dice
finalmente
que sólo son posibles esos vuelos
teniendo la suficiente cuota de nada
en casi todo
que la necesaria dedicación
está reñida con los deber seres
en los que vamos muriendo
que la forma es entregar
el tiempo de esta vida
al sinsentido
a la utopía
y hacerlo sin descanso
sin ganancia
quedando
como saldo
de toda esa tarea
agotados
vacíos
solos.