EL PUEBLO
El pueblo es chato
bendecido por el sol.
Se sabe que está cerca
por los tonos de vidrio de sus pájaros
resonando en oquedades pequeñas.
Da gusto caminar por sus veredas
entre su gente sin impostaciones.
De noche no siempre duerme
hay bohemia para insomnes
donde las horas son largas. Al comienzo
semblanteo, antenas desplegadas
respuesta cuidadosa. Ya de madrugada
canto entre abrazos, humo
vino, carcajadas. Luego el silencio, el sueño
y el quizá.
No es buena idea proyectar
más bien se recomienda dormir la borrachera
y olvidarse. A la mañana siguiente
las calles mostrarán el habitual paisaje
con sus trámites, trabajos
cortesías
disfraces.
"Vincularse con un sitio
-dijo alguien hace tiempo-
nunca es tarea de una sola ocasión".
La intuición de que allí late algo profundo
va creando un lazo
provoca el regreso.
El punto cardinal donde se asienta
más la llanura que lo circunvala
y lo mordisquea
determinan el carácter, los deseos
los límites del ser "urbano"
que con frecuencia se parece al paisaje:
no sube ni baja
por no poder siquiera imaginarlo.
Otras veces los parlantes de la plaza
succionando cierta savia derramada por ancestros
llenan el aire de intenciones novedosas
que compiten con el miedo.
Hay que decirlo: también hay barrios oscuros
donde la vida transcurre bajo un poncho
grueso y opaco. Podría pensarse
que allí no hay nadie
o que tal vez habitan en los sótanos.
No se detecta ésto al llegar
se observa poco a poco
y va tomando la forma de un misterio.
Hasta aquí
el recuerdo. Las noticias de hoy
dicen que fue sepultado por el barro
que puede verse apenas la cúpula del templo
y algunas ramas muertas
como manos crispadas
tratando de tocar un acorde reprimido.
Quizá la vida exista todavía
si es que fuera posible respirar
en tales circunstancias.
No se puede saber qué va a pasar
con el pueblo y su sol
sus pájaros de vidrio
su bohemia
sus máscaras
sus rincones sombríos.