MARCELO CORONEL - poesía


LA CASA

 

Voy yendo una vez más

y aunque no sé bien adónde

parece que tengo apuro.

Esta casa con el ingreso por una calle

y la salida por otra

permite cortar camino.

Voy a entrar. ¿Cómo me atrevo?

Estoy adentro.

Voy derramando adrenalina.

El espacio se ve deshabitado

aunque todo está limpio.

Hay silencio

me muevo apenas.

Ya en el patio interior

veo el sol

ventanas con cortinas

luego me pierdo en la desmemoria

por un pasillo.

 

Por alguna razón

la invado de nuevo al regresar

transitándola en sentido inverso.

Mi andar corto no guarda relación

con mi temor.

No debería yo estar ahí

no deberían encontrarme

no debería yo reincidir

y sin embargo ahí voy otra vez

furtivamente

en busca de la entrada.

Me dispongo a salir

escucho voces del otro lado

¿cómo evitar ser visto?

me desespero abro la puerta

me doy de frente

con la mirada del hombre.

No hay reproches.

No me detengo a explicar

sin darme vuelta me alejo

con paso largo.

 

Ahora estoy nuevamente

ingresando a la casa

para cortar camino.

La misma sensación de estar en falta

el mismo sol

cortinas

pasillo y desmemoria.

En el regreso

ante mi propia perplejidad

me descubro descalzo

casi levitante

por los ambientes sombríos

que dan al patio.

Ya frente a la puerta

observo el cielo sobre mí

no lo entiendo.

El gesto circular en la boca de un pez

es la llave

que calza con precisión y sonido seco.

Mientras abro la puerta con su boca

el pez llega volando.

Suspendido sobre mí gira para mirarme

monitorea

sin dejar de ofrecerme su flanco verde intenso

atravesado por vías negras transversales.

 

La presencia tras la puerta me deja

una vez más

al desnudo

no hay retroceso posible.

Es el hijo esta vez

ensayo mi descargo

su sonrisa indulgente

no deja dudas: mi explicación

es inútil. Pese a todo

me voy impunemente

afectado, eso sí, por el fastidio

ante mi reincidencia inevitable.

 

Todo vuelve a suceder

más o menos igual.

La mirada sorprendida del hombre

sin reproches

precede a una nueva huida.

Para ya no ser visto me acuesto

y me tapo con el suelo.